domingo, 11 de mayo de 2008

Parte III - Capítulo II

Apogeo y crisis de la Tercera Revolución

1. APOGEO DE LA III REVOLUCIÓN

Como vimos [1], tres grandes revoluciones constituyeron las etapas capitales del proceso de gradual demolición de la Iglesia y de la civilización cristiana: en el siglo XVI, el Humanismo, el Renacimiento y el Protestantismo (I Revolución); en el siglo XVIII, la Revolución Francesa (II Revolución); y en la segunda década de este siglo, el Comunismo (III Revolución).


Esas tres revoluciones sólo son comprensibles como partes de un inmenso todo, es decir, la Revolución.


Siendo la Revolución un proceso, obviamente desde 1917 hasta aquí la III Revolución continuó su marcha. Ella se encuentra, en este momento, en un verdadero apogeo.

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Comentario agregado por el autor en 1992:

Crisis en la III Revolución, consecuencia inevitable de las utopías marxistas

En la más amplia de las escalas, esto es, en la escala internacional, ese apogeo era notorio. Lo dice el texto poco más adelante. Con el paso del tiempo ese cuadro puede ser pintado con trazos aún más amplios, ya sea por la extensión y por la población de las naciones efectiva y plenamente sujetas a regímenes comunistas, sea por la amplitud de la propaganda roja y por la importancia de los partidos comunistas en el mundo occidental, sea, en fin, por la penetración de las tendencias comunistas en los diversos dominios de la cultura de esos países. Todo esto, aumentado por el pánico mundial generado por la amenaza atómica que la agresividad soviética, servida por un poder nuclear innegable, hacía pender sobre todos los continentes.

Tan múltiples factores daban origen a una política de blandura y de capitulación casi universal con relación a Moscú. Las ostpolitiks alemana y vaticana, el viento mundial de un pacifismo incondicionalmente desarmamentista, el pulular de slogans y de fórmulas políticas que preparaban tantas burguesías aún no comunistas para aceptar el comunismo como un hecho que sería consumado en un futuro no distante: todos hemos vivido bajo la presión psicológica de ese optimismo de izquierda, que era enigmático como una esfinge para los centristas indolentes, y amenazador como un Leviatán para quien, como las TFPs y los seguidores de Revolución y Contra-Revolución en tantos países, discernía bien el “apocalipsis” a que todo eso iba conduciendo.

¡Cuán pocos eran, entonces, los que percibían que ese Leviatán cargaba en su seno una crisis in crescendo que no conseguía resolver, porque ella era el fruto inevitable de las utopías marxistas! La crisis fue creciendo y parece haber desintegrado el Leviatán. Pero, como se verá adelante, esa desintegración a su vez difundió por todo el Universo un clima de crisis aún más letal.

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Continuación del texto de 1976:

Considerados los territorios y las poblaciones sometidos a regímenes comunistas, la III Revolución dispone de un imperio mundial sin precedentes en la Historia. Este imperio es factor continuo de inseguridad y de división entre las mayores naciones no comunistas.

Por otro lado, están en las manos de los líderes de la III Revolución los hilos que mueven, en todo el mundo no comunista, a los partidos declaradamente comunistas y a la inmensa red de criptocomunistas, para-comunistas, tontos-útiles, infiltrados no sólo en los partidos no declaradamente comunistas —socialistas y otros— sino incluso en las iglesias [2], en las organizaciones profesionales y culturales, en los bancos, en la prensa, en la televisión, en la radio, en el cine, etc.

Y, como si todo esto no bastase, la III Revolución maneja con terrible eficacia las tácticas de conquista psicológica de las que más adelante hablaremos. Por medio de éstas, el comunismo está consiguiendo reducir a un sopor displicente y abobado a inmensas parcelas no-comunistas de la opinión pública occidental. Tales tácticas permiten a la III Revolución esperar, en este terreno, éxitos aún más útiles para ella, y desconcertantes para los observadores que analizan los hechos desde fuera de ella.
La inercia, cuando no la ostensible y sustanciosa colaboración de tanto gobierno burgués de Occidente con el así poderoso comunismo, configura un terrible cuadro de conjunto.

En estas condiciones, si el curso del proceso revolucionario continúa como hasta aquí, es humanamente inevitable que el triunfo general de la III Revolución acabe imponiéndose al mundo entero. ¿Dentro de cuánto tiempo? Muchos se asustarán si, a título de mera hipótesis, sugerimos veinte años más. Les parecerá sorprendentemente exiguo el plazo. Sin embargo, en realidad, ¿quién podrá garantizar que ese desenlace no sobrevenga dentro de diez o cinco años, o aun antes?

Comparados los horizontes de 1959 con los de 1976, la proximidad o la eventual inminencia de esta gran hecatombe es sin duda una de las notas que indican mayor transformación en la coyuntura mundial.

A. En la ruta del apogeo, la III Revolución evitó con cuidado las aventuras totales e inútiles
Si bien que esté en las manos de los mentores de la III Revolución lanzarse, de un momento a otro, a una aventura para la conquista completa del mundo mediante una serie de guerras, de jugadas políticas, de crisis económicas y de revoluciones sangrientas, es fácil ver que tal aventura presenta considerables riesgos. Los mentores de la III Revolución sólo aceptarán correrlos en caso de que esto les parezca indispensable.

En efecto, si el empleo continuo de los métodos clásicos llevó al comunismo al actual apogeo de poder, sin exponer el proceso revolucionario sino a riesgos cuidadosamente circunscritos y calculados, es explicable que los guías de la Revolución mundial esperen alcanzar la cabal dominación del mundo sin someter su obra al riesgo de catástrofes irremediables, inherente a toda gran aventura.

B. ¿Aventura, en las próximas etapas de la III Revolución?
Ahora bien, el éxito de los métodos habituales de la III Revolución está comprometido por el surgimiento de circunstancias psicológicas desfavorables, las cuales se acentuaron fuertemente a lo largo de los últimos veinte años. ¿Forzarán tales circunstancias al comunismo a optar, de aquí en adelante, por la aventura?

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Comentario agregado por el autor en 1992:

Perestroika y glasnost: ¿Desmantelamiento de la III Revolución, o metamorfosis del comunismo?

En el ocaso del año 1989 pareció, a los supremos dirigentes del comunismo internacional, llegado por fin el momento de lanzar una inmensa maniobra política, la mayor de la historia del comunismo. Esta consistiría en derribar la Cortina de Hierro y el Muro de Berlín, lo cual, produciendo sus efectos en forma simultánea a la ejecución de los programas “liberalizantes” de la glasnost (1985) y de la perestroika (1986), precipitaría el aparente desmantelamiento de la III Revolución en el mundo soviético.

A su vez, tal desmantelamiento atraería para su supremo promotor y ejecutor, Mikhail Gorbachov, la simpatía enfática y la confianza sin reservas de las potencias occidentales y de muchos de los poderes económicos privados del Primer Mundo.

A partir de esto, el Kremlin podría esperar un flujo asombroso de recursos financieros en favor de sus vacías arcas. Esas esperanzas fueron muy ampliamente confirmadas por los hechos, proporcionando a Gorbachov y a su equipo la posibilidad de continuar flotando, con el timón en la mano, sobre el mar de miseria, de indolencia y de inacción, frente al cual la infeliz población rusa, sujeta hasta hace poco al capitalismo de Estado integral, se va comportando hasta el momento con una pasividad desconcertante. Pasividad ésta propicia a la generalización del marasmo, del caos, y quizás a la formación de una crisis conflictiva interna susceptible, a su vez, de degenerar en una guerra civil... o mundial [3].

Fue en este cuadro que irrumpieron los sensacionales y brumosos acontecimientos de agosto de 1991, protagonizados por Gorbachov, Yeltsin y otros coautores de esa jugada, quienes abrieron paso a la transformación de la URSS en una floja confederación de Estados y, después, a su desmantelamiento.

Háblase de la eventual caída del régimen de Fidel Castro en Cuba y de la posible invasión de Europa occidental por hordas de hambrientos venidos del Este y del Magreb. Los diversos intentos de desvalidos albaneses de penetrar en Italia habrían sido algo así como un primer ensayo de esta nueva “invasión de bárbaros” a Europa.

Si imaginamos el desarrollo No falta quien, en la Península Ibérica como en otros países de Europa, vea tales hipótesis en conjunción con la acción de presencia de las multitudes de mahometanos, despreocupadamente admitidas en años anteriores en varios puntos de ese continente, y con los proyectos de construcción de un puente sobre el estrecho de Gibraltar, que ligaría el Norte de África al territorio español, lo que favorecería a su vez otras invasiones musulmanas a Europa.

¡Curiosa semejanza de efectos de la caída de la Cortina de Hierro y de la construcción de tal puente: ambos abrirían ese continente a invasiones análogas a las que Carlomagno rechazó victoriosamente, esto es, la de hordas bárbaras o semi-bárbaras venidas del Este y hordas mahometanas venidas de regiones al sur del continente europeo!

Se diría que el cuadro pre-medieval se recompone. Pero algo falta: es el ardor de la Fe primaveral de las poblaciones católicas llamadas a hacer frente simultáneamente a ambos impactos. Mas sobre todo falta alguien; pues ¿dónde encontrar hoy en día un hombre con la estatura de Carlomagno?

Si imaginamos el desarrollo de las hipótesis arriba enunciadas, cuyo principal escenario sería Occidente, sin duda nos asombrarán la magnitud y el dramatismo de las consecuencias que las mismas traerían consigo.

Sin embargo, esta visión de conjunto ni de lejos abarca la totalidad de los efectos que voces autorizadas, procedentes de círculos intelectuales sensiblemente opuestos entre ellos y de imparciales órganos de comunicación, nos anuncian en estos días.

Por ejemplo, la creciente oposición entre países consumidores y países pobres. O, en otros términos, entre naciones ricas industrializadas y otras que son meras productoras de materias primas.

Nacería de allí un entrechoque de proporciones mundiales, entre ideologías diversas, agrupadas, de un lado, en torno del enriquecimiento indefinido, y de otro, del subconsumo miserabilista. En vista de ese eventual entrechoque, es imposible no recordar la lucha de clases preconizada por Marx. Y de ahí surge naturalmente una pregunta: ¿será tal lucha una proyección, en términos mundiales, de un embate análogo al que Marx concibiera sobre todo como un fenómeno socio-económico dentro de las naciones, conflicto ése en el cual participaría cada una de ellas con características propias?

En esa hipótesis, ¿pasará a servir la lucha entre el Primer Mundo y el Tercero de camuflaje mediante el cual el marxismo, avergonzado por su catastrófico fracaso socio-económico y metamorfoseado, trataría de alcanzar, con renovadas posibilidades de éxito, la victoria final? Victoria ésta que, hasta el momento, escapó de las manos de Gorbachov, quien, si bien ciertamente no es el doctor, es, al menos, una mezcla de bardo y prestidigitador de la perestroika...

De la perestroika, sí, de la cual no es posible dudar que sea un requinte del comunismo, pues así lo confiesa su propio autor en el ensayo propagandístico Perestroika. Nuevas ideas para mi país y el mundo [4]: “La finalidad de esta reforma es garantizar (...) la transición de un sistema de dirección excesivamente centralizado y dependiente de órdenes superiores, para un sistema democrático, basado en la combinación del centralismo democrático y (de la) autogestión”. Autogestión ésta que, por lo demás, era “el objetivo supremo del Estado soviético”, según lo establecía en su Preámbulo la propia Constitución de la ex URSS.

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Continuación del texto de 1976

2. OBSTÁCULOS INESPERADOS A LA APLICACIÓN DE LOS MÉTODOS CLÁSICOS DE LA III REVOLUCIÓN

A. Decadencia del poder persuasivo
Examinemos ante todo esas circunstancias [desfavorables al comunismo, enunciadas en el § 1-B].

La primera de ellas es la declinación del poder persuasivo del proselitismo comunista.
Hubo un tiempo en que el adoctrinamiento explícito y categórico fue, para el comunismo internacional, el principal medio de reclutamiento de adeptos.

Por motivos que sería largo enumerar, en amplios sectores de la opinión pública de casi todo Occidente, las condiciones se volvieron hoy, en muy ponderable medida, adversas a tal adoctrinamiento. Decreció visiblemente el poder persuasivo de la dialéctica y de la propaganda comunista doctrinaria, integral y ostensible.

Así se explica que, en nuestros días, la propaganda comunista procure cada vez más hacerse de modo camuflado, suave y lento. Tal camuflaje se hace, ya sea difundiendo los principios marxistas, dispersos y velados, en la literatura socialista, sea insinuando en la propia cultura que llamaríamos “centrista” principios que, a manera de gérmenes, se multiplican llevando a los centristas hacia la inadvertida y gradual aceptación de toda la doctrina comunista.

B. Decadencia del poder de liderazgo revolucionario
A la disminución del poder persuasivo directo del credo rojo sobre las multitudes, que el recurso a esos medios oblicuos, lentos y laboriosos denota, se junta un correlativo declinar del poder de liderazgo revolucionario del comunismo.

Examinemos cómo se manifiestan esos fenómenos correlativos y cuáles son sus frutos.

* Odio, lucha de clases, Revolución — Esencialmente, el movimiento comunista es y se considera una revolución nacida del odio de clases. La violencia es el método más coherente con ella. Es el método directo y fulminante, del cual los mentores del comunismo esperaban, con el mínimo de riesgos, el máximo de resultados, en el mínimo de tiempo.

El presupuesto de este método es la capacidad de liderazgo de los varios Partidos Comunistas, por medio de la cual les era dado crear descontentos, transformar estos descontentos en odios, articular estos odios en una inmensa conjuración y llevar así a cabo, con la fuerza “atómica” del ímpetu de esos odios, la demolición del orden actual y la implantación del comunismo.

* Decadencia del liderazgo del odio y del uso de la violencia — Ahora bien, también este liderazgo del odio va escapando de las manos de los comunistas.

No nos extendemos aquí en la explicación de las complejas causas del hecho. Nos limitamos a notar que, en el transcurso de estos veinte años, la violencia fue dando a los comunistas ventajas cada vez menores. Para probarlo, basta recordar el fracaso invariable de las guerrillas y del terrorismo diseminados por Cuba en toda América Latina.

Es verdad que, en África, la violencia viene arrastrando a casi todo el Continente en dirección al comunismo. Pero ese hecho es muy poco representativo de las tendencias de la opinión pública en el resto del mundo. Pues el primitivismo de la mayor parte de las poblaciones aborígenes de aquel Continente las coloca en condiciones peculiares e inconfundibles. Y la violencia allí no ha obtenido adeptos por motivos principalmente ideológicos, sino por resentimientos anticolonialistas, de los cuales la propaganda comunista supo valerse con su acostumbrada astucia.

* Fruto y prueba de esa declinación: la III Revolución se metamorfosea en revolución risueña — La prueba más clara de que la III Revolución viene perdiendo en los últimos veinte o treinta años su capacidad de crear y liderar el odio revolucionario es la metamorfosis que ella se impuso.

En tiempos del deshielo post-staliniano con Occidente, la III Revolución se ajustó una máscara sonriente, de polémica se volvió dialogante, simuló estar cambiando de mentalidad y de actitud temperamental, y se abrió a toda especie de colaboraciones con los adversarios que antes intentaba aplastar por la violencia.

En la esfera internacional, la Revolución pasó así, sucesivamente, de la guerra fría a la coexistencia pacífica, después a la “caída de las barreras ideológicas” y, por fin, a la franca colaboración con las potencias capitalistas, designada en el lenguaje publicitario como “Ostpolitik” o “détente”.

En la esfera interna de los diversos países de Occidente, la politique de la main tendue, que fuera, en la era de Stalin, un mero artificio para seducir a pequeñas minorías católicas izquierdistas, se transformó en una verdadera “détente” entre comunistas y pro-capitalistas, medio ideal usado por los rojos para entablar relaciones cordiales y aproximaciones dolosas con todos sus adversarios, ya sea que éstos pertenezcan a la esfera espiritual, o a la temporal. De ahí derivó una serie de tácticas “amistosas”, como la de los compañeros de ruta, la del eurocomunismo legalista, afable y prevenido contra Moscú, la del compromiso histórico, etc.

Como ya dijimos, todas estas estratagemas presentan hoy en día ventajas para la III Revolución. Pero estas ventajas son lentas, graduales y su fructificación está subordinada a mil factores variables.

En el auge de su poder, la III Revolución dejó de amenazar y agredir, y pasó a sonreír y pedir. Dejó de avanzar con cadencia militar, usando botas de cosaco, para progresar lentamente, con paso discreto. Abandonó el camino recto —siempre el más corto— y escogió un zigzag en cuyo curso no faltan incertidumbres.

¡Qué inmensa transformación en veinte años!

C. Objeción: los éxitos comunistas en Italia y en Francia
Alguien podrá decir que los éxitos alcanzados por el comunismo por medio de la aludida táctica, tanto en Italia como en Francia, no permiten afirmar que el mismo esté en retroceso en el mundo libre. O que, por lo menos, su progreso sea más lento que el del sañudo comunismo de las eras de Lenín y de Stalin.

Ante todo, a tal objeción se debe responder que las elecciones generales en Suecia, en Alemania Occidental y en Finlandia así como las elecciones regionales y la inestabilidad del gabinete laborista en Inglaterra, hablan de la inapetencia de las grandes masas respecto a los “paraísos” socialistas, a la violencia comunista, etc. [5]

Hay expresivos síntomas de que el ejemplo de esos países ya comenzó a repercutir en aquellas dos grandes naciones católicas y latinas de Europa Occidental, perjudicando así los progresos comunistas.

Pero, a nuestro modo de ver, es necesario sobre todo poner en duda la autenticidad comunista de las crecientes votaciones obtenidas por el PC italiano o por el PS francés (y hablamos del PS, ya que el PC francés se encuentra estancado).

Tanto un partido como el otro (PSF y PCI) están lejos de haberse beneficiado tan sólo del voto de su propio electorado. Apoyos católicos ciertamente considerables —y cuya amplitud real sólo la Historia revelará un día en toda su extensión— han creado en torno al PC italiano ilusiones, debilidades, atonías, complicidades enteramente excepcionales. La proyección electoral de esas circunstancias asombrosas y artificiales explica, en amplia medida, el aumento del número de votantes pro-PC, muchos de los cuales no son de modo alguno electores comunistas. Y es necesario no olvidar, en el mismo orden de hechos, la influencia, directa o indirecta, sobre la votación, de ciertos Cresos, cuya actitud francamente colaboracionista hacia el comunismo da ocasión a maniobras electorales de las cuales la III Revolución saca obvio provecho. Análogas observaciones pueden ser hechas con relación al PS francés.

3. EL ODIO Y LA VIOLENCIA, METAMORFOSEADOS, GENERAN LA GUERRA PSICOLÓGICA REVOLUCIONARIA TOTAL

Para mejor comprender el alcance de esas inmensas transformaciones ocurridas en el cuadro de la III Revolución en los últimos veinte años, será necesario analizar en su conjunto la gran esperanza actual del comunismo, que es la guerra psicológica revolucionaria.

Aunque nacido necesariamente del odio —y dirigido por su propia lógica interna al uso de la violencia ejercida por medio de guerras, revoluciones y atentados— el comunismo internacional se vio compelido por grandes y profundas modificaciones en la opinión pública a disimular su rencor, así como a fingir haber desistido de las guerras y de las revoluciones. Ya lo dijimos.

Ahora bien, si tales desistencias fuesen sinceras, de tal manera él se desmentiría a sí mismo, que se auto-demolería.

Lejos de eso, él usa la sonrisa tan sólo como arma de agresión y de guerra, y no extingue la violencia, sino que la transfiere del campo de operación de lo físico y palpable al de las actuaciones psicológicas impalpables. Su objetivo: alcanzar, en el interior de las almas, por etapas e invisiblemente, la victoria que ciertas circunstancias le estaban impidiendo conquistar de modo drástico y visible, según los métodos clásicos.

Por cierto no se trata aquí de efectuar, en el campo del espíritu, algunas operaciones dispersas y esporádicas. Se trata, por el contrario, de una verdadera guerra de conquista —psicológica, sí, pero total— teniendo en vista a todo el hombre, y a todos los hombres en todos los países.

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Comentario agregado por el autor en 1992:

Guerra psicológica revolucionaria: revolución cultural y revolución en las tendencias

Como una modalidad de guerra psicológica revolucionaria, a partir de la rebelión estudiantil de La Sorbona, en mayo de 1968, numerosos autores socialistas y marxistas en general pasaron a reconocer la necesidad de una forma de revolución previa a las transformaciones políticas y socio-económicas, que operase en la vida cotidiana, en las costumbres, en las mentalidades, en los modos de ser, de sentir y de vivir. Es la llamada revolución cultural.

Consideran ellos que esta revolución preponderantemente psicológica y tendencial es una etapa indispensable para llegar al cambio de mentalidad que haría posible la implantación de la utopía igualitaria, pues, sin tal preparación, esa transformación revolucionaria y los consiguientes “cambios de estructura” resultarían efímeros. El referido concepto de revolución cultural abarca con impresionante analogía el mismo campo ya designado por Revolución y Contra-Revolución, en 1959, como propio de la Revolución en las tendencias [6].

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Continuación del texto de 1976:

Insistimos en este concepto de guerra psicológica revolucionaria total.

En efecto, la guerra psicológica tiene como objetivo toda la psiquis del hombre, es decir, lo “trabaja” en las varias potencias de su alma y en todas las fibras de su mentalidad.

Tiene por objeto a todos los hombres, es decir, tanto a partidarios o simpatizantes de la III Revolución, cuanto a neutros y hasta adversarios.

Ella echa mano de todos los medios, a cada paso le es necesario disponer de un factor específico para llevar insensiblemente cada grupo social y hasta cada hombre a aproximarse, por poco que sea, del comunismo. Y esto en cualquier terreno: en las convicciones religiosas, políticas, sociales o económicas; en las impostaciones culturales, en las preferencias artísticas, en los modos de ser y de actuar en familia, en la profesión, en la sociedad.

A. Las dos grandes metas de la guerra psicológica revolucionaria
Dadas las actuales dificultades de reclutamiento ideológico de la III Revolución, lo más útil de sus actividades se ejerce, no sobre los amigos y simpatizantes, sino sobre los irreductiblemente neutros y sobre los adversarios:

* a. engañar y adormecer paulatinamente a los neutros irreductibles;

* b. dividir a cada paso, desarticular, aislar, aterrorizar, difamar, perseguir y bloquear a los adversarios;

— éstas son, a nuestro modo de ver, las dos grandes metas de la guerra psicológica revolucionaria.

De esta manera, la III Revolución se vuelve capaz de vencer, pero más por el aniquilamiento del adversario que por la multiplicación de los amigos.

Obviamente, para conducir esta guerra, el comunismo moviliza todos los medios de acción con que cuenta en los países occidentales, gracias al apogeo en que se encuentra en éstos la ofensiva de la III Revolución.

B. La guerra psicológica revolucionaria total, una resultante del apogeo de la III Revolución y de las dificultades que atraviesa
La guerra psicológica revolucionaria total es, por tanto, una resultante de la composición de los dos factores contradictorios que ya mencionamos: el auge de influencia del comunismo sobre casi todos los puntos clave de la gran máquina que es la sociedad occidental, y por otro lado la declinación de su capacidad de persuasión y liderazgo sobre los estratos más profundos de la opinión pública de Occidente.

4. LA OFENSIVA PSICOLÓGICA DE LA III REVOLUCIÓN EN LA IGLESIA

No sería posible describir esta guerra psicológica sin tratar cuidadosamente de su desarrollo en aquello que es la propia alma de Occidente, o sea el cristianismo, y más precisamente la Religión Católica, que es el cristianismo en su plenitud absoluta y en su autenticidad única.

A. El Concilio Vaticano II
Dentro de la perspectiva de Revolución y Contra-Revolución, el éxito de los éxitos alcanzado por el comunismo post-staliniano sonriente fue el silencio enigmático, desconcertante, asombroso y apocalípticamente trágico del Concilio Vaticano II acerca del comunismo.

Este Concilio quiso ser pastoral y no dogmático. Alcance dogmático realmente no lo tuvo. Además de esto, su omisión sobre el comunismo puede hacerlo pasar a la Historia como el Concilio a-pastoral.

Explicamos el sentido especial en que tomamos esta afirmación.

Figúrese el lector un inmenso rebaño languideciendo en campos pobres y áridos, atacado por todas partes por enjambres de abejas, avispas y aves de rapiña.

Los pastores se ponen a regar la pradera y a alejar los enjambres. ¿Puede esta actividad ser calificada de pastoral? En tesis, ciertamente. Sin embargo, en la hipótesis de que, al mismo tiempo, el rebaño estuviese siendo atacado por jaurías de lobos voraces, muchos de ellos con piel de oveja, y los pastores se abstuviesen completamente de desenmascarar y de ahuyentar a los lobos, mientras luchasen contra insectos y aves, ¿podría su obra ser considerada pastoral, o sea, propia de buenos y fieles pastores?

En otros términos, ¿actuaron como verdaderos Pastores quienes, en el Concilio Vaticano II, quisieron espantar a los adversarios minores y dejaron —por el silencio— libre curso al adversario maior?

Con tácticas aggiornate —de las cuales, por lo demás, lo mínimo que se puede decir es que son cuestionables en el plano teórico y que se vienen mostrando ruinosas en la práctica— el Concilio Vaticano II intentó ahuyentar, digamos, abejas, avispas y aves de rapiña. Su silencio sobre el comunismo dejó a los lobos en total libertad. La obra de ese Concilio no puede estar inscrita, en cuanto efectivamente pastoral, ni en la Historia, ni en el Libro de la Vida.

Es penoso decirlo. Pero la evidencia de los hechos señala, en este sentido, al Concilio Vaticano II como una de las mayores calamidades, si no la mayor, de la Historia de la Iglesia. A partir de él penetró en la Iglesia, en proporciones impensables, la “humareda de Satanás” que se va dilatando cada día más, con la terrible fuerza de expansión de los gases. Para escándalo de incontables almas, el Cuerpo Místico de Cristo entró en un siniestro proceso como que de autodemolición.

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Comentario agregado por el autor en 1992:

Calamidades sorprendentes en la fase post-conciliar de la Iglesia
Sobre las calamidades en la fase post-conciliar de la Iglesia es de fundamental importancia la declaración histórica de Pablo VI en la Alocución ‘Resistite fortes in fide’, del 29-VI-1972, que citamos aquí en la versión de la Poliglotta Vaticana: “Refiriéndose a la situación de la Iglesia de hoy, el Santo Padre afirma tener la sensación de que ‘por alguna fisura haya entrado el humo de Satanás en el templo de Dios’. Hay —transcribe la Poliglotta— la duda, la incertidumbre, lo complejo de los problemas, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación. No se confía más en la Iglesia; se confía en el primer profeta profano [extraño a la Iglesia] que nos venga a hablar, por medio de algún diario o movimiento social, a fin de correr atrás de él y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida. Y no nos damos cuenta de que ya la poseemos y somos maestros de ella. Entró la duda en nuestras conciencias, y entró por ventanas que debían estar abiertas a la luz. (...)

También en la Iglesia reina este estado de incertidumbre. Se creía que, después del Concilio, vendría un día asoleado para la Historia de la Iglesia. Vino, por el contrario, un día lleno de nubes, de tempestad, de oscuridad, de indagación, de incertidumbre. Predicamos el ecumenismo, y nos apartamos siempre más los unos de los otros. Procuramos cavar abismos en vez de llenarlos.

¿Cómo sucedió esto? El Papa confía a los presentes un pensamiento suyo: el de que haya habido la intervención de un poder adverso. Su nombre es el diablo, este misterioso ser al que también alude San Pedro en su Epístola” [7].

Algunos años antes el mismo Pontífice, en la Alocución a los alumnos del Seminario Lombardo, el 7-XII-1968, había afirmado que “La Iglesia atraviesa hoy un momento de inquietud. Algunos practican la autocrítica, se diría que hasta la auto-demolición. Es como una perturbación interior, aguda y compleja, que nadie habría esperado después del Concilio. Se pensaba en un florecimiento, en una expansión serena de conceptos madurados en la gran asamblea conciliar. Hay aún este aspecto en la Iglesia, el del florecimiento. Pero, puesto que ‘bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu’, se fija la atención más especialmente sobre el aspecto doloroso. La Iglesia es golpeada también por quienes de Ella forman parte” [8].

S. S. Juan Pablo II trazó también un panorama sombrío de la situación de la Iglesia: “Es necesario admitir de manera realista y con profunda y sentida sensibilidad que los cristianos hoy, en gran parte, se sienten perdidos, confundidos, perplejos y hasta desilusionados: fueron divulgadas pródigamente ideas que contrastan con la Verdad revelada y desde siempre enseñada; fueron difundidas verdaderas y propias herejías, en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones y rebeliones; se alteró incluso la Liturgia; sumergidos en el ‘relativismo’ intelectual y moral y por consiguiente en el permisivismo, los cristianos son tentados por el ateísmo, por el agnosticismo, por el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva” [9].

En un sentido semejante se pronunció posteriormente el Emmo. Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe: “Los resultados que se siguieron al Concilio parecen cruelmente opuestos a las expectativas de todos, comenzando por las del Papa Juan XXIII y después de Pablo VI. (...) Los Papas y los padres conciliares esperaban una nueva unidad católica y en vez de eso se fue al encuentro de una disensión que —para usar las palabras de Pablo VI— pareció pasar de la autocrítica a la autodemolición. Se esperaba un nuevo entusiasmo y en lugar de él se acabó con demasiada frecuencia en el fastidio y en el desánimo. Se esperaba un salto hacia adelante y en vez de eso nos encontramos ante un proceso de decadencia progresiva (...)”. Y concluye: “Se afirma con letras claras que una real reforma de la Iglesia presupone un inequívoco abandono de las vías erradas que llevaron a consecuencias indiscutiblemente negativas” [10].

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Continuación del texto de 1976:

La Historia narra los innumerables dramas que la Iglesia sufrió en los veinte siglos de su existencia. Oposiciones que germinaron fuera de Ella, y desde fuera intentaron destruirla. Tumores formados dentro de Ella, por Ella extirpados, y que, ya entonces de fuera hacia dentro, intentan destruirla con ferocidad.

Sin embargo, ¿cuándo vio la Historia, antes de nuestros días, una tentativa de demolición de la Iglesia, no hecha por un adversario, sino calificada de “auto-demolición” en altísimo pronunciamiento de repercusión mundial?

De ahí resultó para la Iglesia y para lo que aún resta de civilización cristiana, un inmenso desmoronamiento. Por ejemplo, la Ostpolitik vaticana y la gigantesca infiltración del comunismo en los medios católicos son efectos de todas estas calamidades. Y constituyen otros tantos éxitos de la ofensiva psicológica de la III Revolución contra la Iglesia.
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Comentario agregado por el autor en 1992:

La Ostpolitik vaticana: efectos que también sorprenden

Hoy en día, leyendo estas líneas sobre la Ostpolitik, alguien podría preguntar, ante la enorme transformación que hubo en Rusia, si ésta no resulta de una jugada “genial” de la Jerarquía Eclesiástica. El Vaticano, basado en informaciones del mejor quilate, habría previsto que el comunismo, corroído por crisis internas, comenzaría a su vez a auto-demolerse. Y para estimular al cuartel general mundial del ateísmo materialista a practicar esa auto-demolición, la Iglesia Católica, situada en el otro extremo del panorama ideológico, habría simulado su propia auto-demolición. Con ello habría atenuado muy sensiblemente la persecución que entonces sufría de parte del comunismo: entre moribundos ciertas connivencias serían concebibles. La flexibilización de la Iglesia habría, pues, creado condiciones para la flexibilización del mundo comunista.

Cabría responder que, si la Sagrada Jerarquía tenía noción de que el comunismo estaba en condiciones tales de indigencia y ruina que habría de auto-demolerse, Ella debía denunciar esa situación y convocar a todos los pueblos de Occidente a preparar las vías de lo que sería el saneamiento de Rusia y del mundo, cuando el comunismo cayese efectivamente; y no debía callar sobre el hecho, dejando que el fenómeno se produjera al margen de la influencia católica y de la cooperación generosa y solícita de los gobiernos occidentales. Pues sólo haciendo tal denuncia sería posible evitar que el derrumbe soviético llegase a la situación en la cual se encuentra hoy; esto es, un callejón sin salida, donde todo es miseria e imbroglio.

De cualquier forma, es falso que la auto-demolición de la Iglesia haya apresurado la auto-demolición del comunismo, a menos que se suponga la existencia de un tratado oculto entre ambos en ese sentido —una especie de pacto suicida—; tratado ése, por decir lo menos, carente de legitimidad y utilidad para el mundo católico. Esto, para no mencionar todo lo que esa mera hipótesis contiene de ofensivo a los Papas en cuyos pontificados esta doble eutanasia se habría verificado.

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Continuación del texto de 1976:

B. La Iglesia, moderno centro de embate entre la Revolución y la Contra-Revolución
En 1959, fecha en que escribimos Revolución y Contra-Revolución, la Iglesia era tenida como la gran fuerza espiritual contra la expansión mundial de la secta comunista. En 1976, incontables eclesiásticos, inclusive obispos, figuran como cómplices por omisión, colaboradores y hasta propulsores de la III Revolución. El progresismo, instalado por casi todas partes, va convirtiendo en leña fácilmente incendiable por el comunismo el bosque otrora reverdeciente de la Iglesia Católica.

En una palabra, el alcance de esta transformación es tal que no dudamos en afirmar que el centro, el punto más sensible y más verdaderamente decisivo de la lucha entre la Revolución y la Contra-Revolución se desplazó de la sociedad temporal a la espiritual y pasó a ser la Santa Iglesia, en la cual se enfrentan, de un lado, progresistas, cripto-comunistas y pro-comunistas, y de otro, anti-progresistas y anti-comunistas [11].

C. Reacciones basadas en Revolución y Contra-Revolución
A la vista de tantas transformaciones, ¿quedó anulada la eficacia de Revolución y Contra-Revolución? Por el contrario.

En 1968, las TFPs hasta entonces existentes en América del Sur, inspiradas en la Parte II de este ensayo —“La Contra-Revolución”— organizaron un conjunto de peticiones colectivas dirigidas a Paulo VI, en las cuales se pedían providencias contra la infiltración izquierdista en el clero y en el laicado católico de América del Sur.

Tales peticiones alcanzaron en el lapso de 58 días, en Brasil, Argentina, Chile y Uruguay, un total de 2.025.201 firmas. Fue, hasta entonces, que sepamos, la única recolección masiva de firmas que — sobre cualquier tema— haya englobado a hijos de cuatro naciones de América del Sur. Y en cada uno de los países en los cuales se realizó, fue —también, que sepamos— la mayor recolección de firmas de su respectiva historia [12].

La respuesta de Pablo VI no fue sólo el silencio y la inacción. Fue también —cuánto nos duele decirlo— un conjunto de actos cuyo efecto perdura hasta hoy, los cuales dotan de prestigio y de facilidad de acción a muchos propulsores del izquierdismo católico.

Ante esta creciente marea de la infiltración comunista en la Santa Iglesia, las TFPs y entidades afines no desanimaron. Y, en 1974, cada una de ellas publicó una declaración [13] en la cual expresaban su disconformidad con la Ostpolitik vaticana y su propósito de “resistirle de frente”[14]. Una frase de la declaración, relativa a Pablo VI, expresa el espíritu del documento: “Y de rodillas, mirando con veneración la figura de S. S. el Papa Pablo VI, le manifestamos toda nuestra fidelidad. En este acto filial, decimos al Pastor de los Pastores: nuestra alma es vuestra, nuestra vida es vuestra. Mandadnos lo que quisiereis. Sólo no nos mandéis que crucemos los brazos ante el lobo rojo que embiste. A esto nuestra conciencia se opone”.

No satisfechas con esos lances, las TFPs y entidades afines promovieron en sus respectivos países, a partir de 1976, ediciones del best-seller de la TFP chilena, La Iglesia del Silencio en Chile. La TFP proclama la verdad entera [15].

En casi todos esos países, la respectiva edición de La Iglesia del Silencio en Chile fue precedida de un prólogo que describía múltiples e impresionantes hechos locales consonantes con lo ocurrido en Chile.

La acogida a ese gran esfuerzo publicitario puede ser calificada de victoriosa: en total fueron impresos, entre ediciones completas y resúmenes, 88.500 ejemplares, casi todos en América del Sur, donde, en los países más poblados, la edición de un libro de esa naturaleza, cuando es amplia, suele ser de 5.000 ejemplares.

En España, fue efectuada una impresionante recolección de firmas de más de 1.000 sacerdotes seculares y regulares de todas las regiones del país, manifestando su decidido apoyo al valiente prólogo de la edición española.

D. Utilidad de la actuación de las TFPs y entidades afines, inspirada en Revolución y Contra-Revolución
¿Qué utilidad práctica ha tenido, en este campo específico de batalla, la actividad contra-revolucionaria de las TFPs, inspirada en Revolución y Contra-Revolución?

Denunciando ante la opinión católica el peligro de la infiltración comunista, ellas le han abierto los ojos acerca de las urdiduras de los Pastores infieles. El resultado es que éstos van llevando cada vez - menos ovejas por los caminos de perdición en que se embreñaron. Es lo que una observación de los hechos, aunque sea sumaria, permite constatar.

No es esto, por sí solo, una victoria. Pero es una preciosa e indispensable condición para ella. Las TFPs dan gracias a Nuestra Señora por estar prestando, de esta manera, dentro del espíritu y los métodos de la Segunda Parte de Revolución y Contra-Revolución, su contribución para la gran lucha en que también otras fuerzas sanas —una u otra de gran envergadura y capacidad de acción— se encuentran empeñadas.

5. BALANCE DE VEINTE AÑOS DE III REVOLUCIÓN, SEGÚN LOS CRITERIOS DE REVOLUCIÓN Y CONTRA-REVOLUCIÓN

Queda así delineada la situación de la III Revolución y de la Contra-Revolución, tal como ellas se presentan poco antes del vigésimo aniversario de la publicación del libro.

Por un lado, el apogeo de la III Revolución vuelve más difícil que nunca un éxito de la Contra-Revolución a corto plazo.

Por otro lado, la misma alergia anti-socialista, que constituye actualmente grave óbice para la victoria del comunismo, crea, a mediano plazo, condiciones acentuadamente propicias para la Contra-Revolución. Cabe a los diversos grupos contra-revolucionarios esparcidos por el mundo la noble responsabilidad histórica de aprovecharlas.

Las TFPs han procurado realizar su parte en el esfuerzo común, extendiéndose durante estos casi veinte años por América, en Francia con una novel TFP, suscitando una dinámica organización afín en la Península Ibérica y proyectando su nombre y sus contactos en otros países del Viejo Mundo, con vivos deseos de colaboración con los demás grupos contra-revolucionarios que allí combaten [16].

Veinte años después del lanzamiento de Revolución y Contra-Revolución, las TFPs y entidades afines se encuentran hombro a hombro junto a las organizaciones de primera línea, en la lucha contra-revolucionaria.

[1] Cfr. Introducción y Parte I, cap. III, § A-D

[2] Hablamos de la infiltración del comunismo en las varias iglesias. Es indispensable registrar que tal infiltración constituye un peligro supremo para el mundo, específicamente en cuanto llevada a cabo en la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Pues ésta no es sólo una especie en el género “iglesias”. Es la única Iglesia viva y verdadera del Dios vivo y verdadero, la única Esposa mística de Nuestro Señor Jesucristo, la cual no está para las otras iglesias como un brillante mayor y más rutilante comparado con brillantes menores y menos rutilantes, sino como el único brillante verdadero comparado con “congéneres” hechos de vidrio...

[3] Nota del editor: Bajo el título Comunismo y Anticomunismo en el umbral de la última década de este milenio, a partir de febrero de 1990 fue lanzada una firme interpelación del Autor a los líderes comunistas rusos y occidentales, a propósito de la perestroika. Publicada sucesivamente en 50 diarios de 20 países, alcanzó gran repercusión, especialmente en Italia.

[4] Ed. Best Seller, San Pablo, 1987, pág. 35.

[5] Esa tan vasta saturación anti-socialista en Europa Occidental, si bien que sea fundamentalmente un fortalecimiento del centro y no de la derecha, tiene un alcance indiscutible en la lucha entre la Revolución y la Contra-Revolución. Pues, en la medida en que el socialismo europeo sienta que va perdiendo sus bases, sus jefes tendrán que hacer alardes de distanciamiento y hasta de desconfianza con relación al comunismo. A su vez, las corrientes centristas, para no ser confundidas por sus propios electorados con los socialistas, tendrán
que manifestar una posición anticomunista aún más acentuada que la de estos últimos. Y las alas derechas de los partidos centristas tendrán que declararse hasta militantemente anti-socialistas.

En otros términos, ocurrirá con las corrientes izquierdistas y centristas favorables a la colaboración con el comunismo, lo mismo que ocurre con un tren cuando la locomotora es frenada de modo brusco. El vagón que le sigue inmediatamente recibe el choque y es proyectado en dirección opuesta al rumbo que venía siguiendo. A su vez ese primer vagón comunica el choque, con análogo efecto, al segundo vagón. Y así sucesivamente hasta el último.

— ¿Será la presente acentuación de la alergia anti-socialista apenas la primera manifestación de un fenómeno profundo, llamado a mermar duraderamente el proceso revolucionario? ¿O será un simple espasmo ambiguo y pasajero del sentido común, en medio del caos contemporáneo? —Es lo que los hechos hasta aquí ocurridos no nos permiten decir aún.

[6] Cfr. Parte I, Cap. 5.
[7] Cfr. Insegnamenti di Paolo VI, Tipografía Poliglotta Vaticana, vol. X, pp. 707-709.

[8] Cfr. Insegnamenti di Paolo VI, Tipografía Poliglotta Vaticana, vol. VI, p. 1188.

[9] Alocución del 6-II-1981 a los Religiosos y Sacerdotes participantes del I Congreso nacional italiano sobre el tema ‘Misiones al pueblo para los años 80’, in “L’Osservatore Romano”, 7-2-81.

[10] Cfr. Vittorio Messori a colloquio con il cardinale Joseph Ratzinger — Rapporto sulla fede, Edizioni Paoline, Milán, 1985, pp. 27-28.

[11] Desde los años 30, con el grupo que más tarde fundó la TFP brasileña, empleamos lo mejor de nuestro tiempo y de nuestras posibilidades de acción y de lucha, en las batallas precursoras del gran combate interno de la Iglesia. El primer lance de envergadura en esa lucha fue la publicación del libro En defensa de la Acción Católica (Editora Ave María, San Pablo, 1943), que denunciaba el resurgimiento de los errores modernistas, incubados en la Acción Católica del Brasil. Cabe mencionar también nuestro posterior estudio La Iglesia ante la escalada de la amenaza comunista — Llamamiento a los obispos silenciosos (Editora Vera Cruz, San Pablo, 1976, pp. 37-53).

Hoy, transcurridos más de cuarenta años, la lucha está en su clímax y deja prever desdoblamientos de amplitud e intensidad difíciles de medir. En esta lucha sentimos con alegría la presencia, en los cuadros de las TFPs y entidades afines, de tantos nuevos hermanos de ideal, en más de veinte países, en los cinco continentes. También en el campo de batalla es legítimo que los soldados del bien se digan unos a otros: “Quam bonum et quam jucundum habitare fratres ininteunum” — “Cómo es bueno y jubiloso que los hermanos habiten en uno” (Sal 132,1).

[12] Nota del editor: Posteriormente, en 1990, las TFPs de los cinco Continentes, promovieron la petición colectiva que reunió el mayor número de adhesiones de la Historia, por la liberación de Lituania, entonces bajo el yugo soviético, obteniendo la impresionante cifra de 5.218.520 firmas.

[13] Nota del editor: Bajo el título La política de distensión del Vaticano con los gobiernos comunistas — Para la TFP: ¿cesar la lucha, o resistir?, esa declaración —verdadero manifiesto— fue publicada a partir de abril de 1974 sucesivamente en 57 diarios de once países.

[14] Gál 2, 11.

[15] Esta obra monumental por su documentación, por su argumentación y por las tesis que defiende, tuvo un precursor, verdaderamente épico, antes aún de la instalación del comunismo en Chile. Se trata del libro de Fabio Vidigal Xavier da Silveira, Frei, el Kerensky chileno, que denunció la colaboración decisiva del Partido Demócrata Cristiano de ese país, y de su líder Eduardo Frei, entonces Presidente de la República, en la preparación de la victoria marxista. El libro, publicado sucesivamente en Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador, Italia y Venezuela, alcanzó diecisiete ediciones, trasponiendo la barrera de los 100.000 ejemplares.

[16] Nota del editor: Hasta la fecha de la presente edición existen TFPs y entidades afines en: Alemania, Argentina, Australia, Austria, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, España, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Irlanda, Italia, Lituania, Paraguay, Perú, Polonia, Portugal, Reino Unido, Sudáfrica y Uruguay; las cuales también han establecido oficinas de representación en: Roma, París, Frankfurt, Londres, Edimburgo y Sydney.

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