domingo, 11 de mayo de 2008

Conclusión

Interrumpimos la parte final de Revolución y Contra-Revolución, edición brasileña de 1959, para actualizar, en las páginas que preceden, el texto original.

Hecho esto, nos preguntamos si la pequeña Conclusión del texto original de 1959, y de las ediciones posteriores merece aún ser mantenida o si comporta, por lo menos, alguna modificación. La releemos con cuidado. Y llegamos a la persuasión de que no hay motivo para suprimirla, ni para alterarla en lo que sea.

Decimos hoy, como dijimos entonces:

En realidad, por todo cuanto aquí se dijo, para una mentalidad puesta en la lógica de los principios contra-revolucionarios el cuadro de nuestros días es muy claro. Estamos en los lances supremos de una lucha, que llamaríamos de muerte si uno de loLa primera, la grande, la eterna revolucionaria, inspiradora y fautora suprema de esta Revolución, como de las que la precedieron y le sucedieren, es la Serpiente, cuya cabeza fue aplastada por la Virgen Inmaculada. María es, pues, la Patrona de todos los que luchan contra la Revolución.s contendores no fuese inmortal, entre la Iglesia y la Revolución. Hijos de la Iglesia, luchadores en las batallas de la Contra-Revolución, es natural que, al cabo de este trabajo, lo consagremos filialmente a Nuestra Señora.

La primera, la grande, la eterna revolucionaria, inspiradora y fautora suprema de esta Revolución, como de las que la precedieron y le sucedieren, es la Serpiente, cuya cabeza fue aplastada por la Virgen Inmaculada. María es, pues, la Patrona de todos los que luchan contra la Revolución.

La mediación universal y omnipotente de la Madre de Dios es la mayor razón de esperanza de los contra-revolucionarios. Y en Fátima Ella ya les dio la certeza de la victoria, cuando anunció que, incluso después de un eventual progreso del comunismo en el mundo entero, “por fin su Inmaculado Corazón triunfará”.

Acepte la Virgen, pues, este homenaje filial, tributo de amor y expresión de confianza absoluta en su triunfo.

No querríamos dar por terminado el presente ensayo, sin un homenaje de filial devoción y obediencia irrestricta al dulce Cristo en la tierra, columna y fundamento infalible de la Verdad, Su Santidad el Papa Juan XXIII.

“Ubi Ecclesia ibi Christus, ubi Petrus ibi Ecclesia”. Es, pues, hacia el Santo Padre que se vuelve todo nuestro amor, todo nuestro entusiasmo, toda nuestra dedicación. Es con estos sentimientos, que animan todas las páginas de “Catolicismo” desde su fundación, que emprendemos también la publicación de este trabajo.

Sobre cada una de las tesis que lo constituyen, no tenemos en nuestro corazón la menor duda. Las sujetamos todas, sin embargo, irrestrictamente al juicio del Vicario de Jesucristo, dispuestos a renunciar de inmediato a cualquiera de ellas, desde que se distancie, aunque sea levemente, de la enseñanza de la Santa Iglesia, nuestra Madre, Arca de Salvación y Puerta del Cielo.

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