sábado, 17 de mayo de 2008

Parte II - Capítulo II

Reacción e inmovilismo histórico


1. QUÉ RESTAURAR

Si la Revolución es el desorden, la Contra-Revolución es la restauración del Orden. Y por Orden entendemos la paz de Cristo en el Reino de Cristo. O sea la civilización cristiana, austera y jerárquica, fundamentalmente sacral, antiigualitaria y antiliberal.

2. QUÉ INNOVAR

Sin embargo, por fuerza de la ley histórica según la cual el inmovilismo no existe en las cosas terrenas, el Orden nacido de la Contra-Revolución deberá tener características propias que lo distingan del Orden existente antes de la Revolución. Claro está que esta afirmación no se refiere a los principios, sino a los accidentes. Accidentes, empero, de tal importancia que merecen ser mencionados.

En la imposibilidad de extendernos sobre este asunto, digamos simplemente que, en general, cuando en un organismo se produce una fractura o dilaceración, la zona de soldadura o recomposición presenta dispositivos de protección especiales. Es, por las causas segundas, el desvelo amoroso de la Providencia contra la eventualidad de un nuevo desastre. Se observa esto con los huesos fracturados, cuya soldadura constituye un refuerzo en la propia zona de la fractura, o con los tejidos cicatrizados. Esta es una imagen material de un hecho análogo que sucede en el orden espiritual. El pecador que verdaderamente se enmienda tiene, por regla general, mayor horror al pecado del que tuvo en los mejores años anteriores a la caída. Es la historia de los Santos penitentes. Así también, después de cada prueba, la Iglesia emerge particularmente armada contra el mal que procuró postrarla. Ejemplo típico de esto es la Contra-Reforma.

En virtud de esa ley, el Orden nacido de la Contra-Revolución deberá refulgir, más aún que el de la Edad Media, en los tres puntos capitales en que éste fue vulnerado por la Revolución:

* Un profundo respeto de los derechos de la Iglesia y del Papado y una sacralización, en toda la extensión de lo posible, de los valores de la vida temporal, todo ello por oposición al laicismo, al interconfesionalismo, al ateísmo y al panteísmo, así como a sus respectivas secuelas.

* Un espíritu de jerarquía marcando todos los aspectos de la sociedad y del Estado, de la cultura y de la vida, por oposición a la metafísica igualitaria de la Revolución.

* Una gran diligencia en detectar y en combatir el mal en sus formas embrionarias o veladas, en fulminarlo con execración y nota de infamia, en reprimirlo con inquebrantable firmeza en todas sus manifestaciones, particularmente en las que atenten contra la ortodoxia y la pureza de las costumbres, todo ello por oposición a la metafísica liberal de la Revolución y a la tendencia de ésta a dar libre curso y protección al mal.

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