viernes, 16 de mayo de 2008

Parte II - Capítulo IX

La fuerza propulsora de la Contra-Revolución


Existe una fuerza propulsora de la Contra-Revolución, así como existe otra para la Revolución.

1. VIRTUD Y CONTRA-REVOLUCIÓN

Señalamos como la más potente fuerza propulsora de la Revolución el dinamismo de las pasiones humanas desencadenadas en un odio metafísico contra Dios, contra la virtud, contra el bien y, especialmente, contra la jerarquía y contra la pureza. Simétricamente, existe también una dinámica contra-revolucionaria, pero de naturaleza enteramente diversa. Las pasiones, en cuanto tales —tomada aquí la palabra en su sentido técnico— son moralmente indiferentes; es su desarreglo lo que las vuelve malas. Sin embargo, en cuanto reguladas, son buenas y obedecen fielmente a la voluntad y a la razón. Y es en el vigor de alma que le viene al hombre por el hecho de que Dios gobierna en él la razón, la razón domina la voluntad, y ésta domina la sensibilidad, que se debe procurar la serena, noble y eficientísima fuerza propulsora de la Contra-Revolución.

2. VIDA SOBRENATURAL Y CONTRA-REVOLUCIÓN

Tal vigor de alma no puede ser concebido sin tomar en consideración la vida sobrenatural. El papel de la gracia consiste exactamente en iluminar la inteligencia, en robustecer la voluntad y en templar la sensibilidad de manera que se vuelvan hacia el bien. De suerte que el alma lucra inconmensurablemente con la vida sobrenatural, que la eleva por encima de las miserias de la naturaleza caída y del propio nivel de la naturaleza humana. Es en esa fuerza de alma cristiana que está el dinamismo de la Contra-Revolución.

3. INVENCIBILIDAD DE LA CONTRA-REVOLUCIÓN

Se puede preguntar de qué valor es ese dinamismo. Respondemos que, en tesis, es incalculable y ciertamente superior al de la Revolución: “Omnia possum in eo qui me confortat” [1].

Cuando los hombres resuelven cooperar con la gracia de Dios, entonces se operan las maravillas de la Historia: es la conversión del Imperio Romano, es la formación de la Edad Media, es la Reconquista de España a partir de Covadonga, son todos esos acontecimientos que se dan como fruto de las grandes resurrecciones de alma de que los pueblos son también susceptibles. Resurrecciones invencibles, porque no hay nada que derrote a un pueblo virtuoso y que verdaderamente ame a Dios.

[1] “Todo lo puedo en Aquél que me conforta” (Filip 4, 13).

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