martes, 13 de mayo de 2008

Parte II - Capítulo XI

La Contra-Revolución y la sociedad temporal

La Contra-Revolución y la sociedad temporal es un tema ya tratado a fondo, desde ángulos diversos, en muchas obras de valor. No pudiendo abarcarlo todo, el presente trabajo se ciñe a dar los principios más generales de un orden temporal contra-revolucionario [1] y a estudiar las relaciones entre la Contra-Revolución y algunas de las organizaciones más importantes que luchan por un buen orden temporal.

1. LA CONTRA-REVOLUCIÓN Y LAS ENTIDADES DE CARÁCTER SOCIAL

En la sociedad temporal actúan numerosos organismos destinados a resolver la cuestión social, teniendo en vista, directa o indirectamente, el mismo fin supremo de la Contra-Revolución, la instauración del Reinado de Nuestro Señor Jesucristo. Dada esta comunidad de fines [2] es importante estudiar las relaciones entre la Contra-Revolución y aquellos organismos.

A. Obras de caridad, servicio social, asistencia social, asociaciones de patrones, de obreros, etc.
■ a. En la medida en que tales obras normalizan la vida económica y social, perjudican el desarrollo del proceso revolucionario. Y, en este sentido, son ipso facto, y aunque de modo apenas implícito e indirecto, auxiliares preciosos de la Contra-Revolución.

■ b. Empero, conviene recordar algunas verdades que, infelizmente, no es tan raro encontrar oscurecidas entre quienes abnegadamente se dedican a esas obras:

* Es cierto que tales obras pueden aliviar, y en ciertos casos suprimir, las necesidades materiales generadoras de tanta rebeldía en las masas. Pero el espíritu de Revolución no nace sobre todo de la miseria. Su raíz es moral, y por tanto religiosa [3]. Así, es preciso que en las obras de que tratamos se fomente, en la medida en que lo comporte la naturaleza especial de cada una, la formación religiosa y moral, con especial cuidado en lo que se refiere a precaver a las almas contra el virus revolucionario, tan fuerte en nuestros días.

* La Iglesia, Madre compasiva, estimula todo cuanto pueda traer alivio a las miserias humanas. Ella no nutre la ilusión de que las eliminará todas. Y predica una santa conformidad con la enfermedad, la pobreza y otras privaciones.

* Es cierto que en esas obras se presentan ocasiones preciosas para crear un clima de comprensión y caridad entre patrones y obreros, y en consecuencia se puede realizar una desmovilización de los espíritus ya predispuestos para la lucha de clases. Pero sería errado suponer que la bondad desarma siempre la maldad humana. Ni siquiera los incontables beneficios de Nuestro Señor en su vida terrena consiguieron evitar el odio que le tuvieron los malos. Así, aunque en la lucha contra la Revolución de preferencia se deba guiar y esclarecer amistosamente los espíritus, es patente que un combate directo y expreso, por todos los medios justos y legales, contra sus varias formas —el comunismo, por ejemplo— es lícito y, generalmente, hasta indispensable.

* Es de observarse, particularmente, que esas obras deben inspirar en sus beneficiarios o asociados una verdadera gratitud por los favores recibidos, o, cuando no se trate de favores sino de actos de justicia, un real aprecio por la rectitud moral inspiradora de tales actos.

* En los párrafos anteriores, tuvimos en vista sobre todo al trabajador. Debe resaltarse que el contrarrevolucionario no es sistemáticamente favorable a una u otra clase social. Altemente celoso del derecho de propiedad, debe, sin embargo, recordar a las clases altas que no les basta combatir a la Revolución en los campos en que ésta les ataca sus ventajas y paradójicamente favorecerla —como tantas veces se ve— por las palabras o por el ejemplo, en todos los otros terrenos, como la vida de familia, las playas, las piscinas y otras diversiones, las actividades intelectuales, artísticas, etc. Una clase obrera que les siga el ejemplo y acepte sus ideas revolucionarias será forzosamente utilizada por la Revolución contra las elites “semi-contrarevolucionarias”.

* Igualmente será nocivo a la aristocracia y a la burguesía vulgarizarse en los modales y en los trajes, para desarmar a la Revolución. Una autoridad social que se degrada es, también ella, comparable a la sal que no sala. Sólo sirve para ser arrojada a la calle, para que sobre ella pisen los transeúntes [4]. Así lo harán, en la mayoría de los casos, las multitudes llenas de desprecio.

* Conservándose con dignidad y energía en su situación, las clases altas deben tener un trato directo y benévolo con las demás. La caridad y la justicia practicadas a distancia no bastan para establecer entre las clases relaciones de amor verdaderamente cristiano.

* Sobre todo recuerden los propietarios que, si hay muchas personas dispuestas a defender contra el comunismo la propiedad privada (concebida, claro está, como un derecho individual con función también social), es por el principio de que ella es deseada por Dios e intrínsecamente conforme a la Ley Natural. Ahora bien, tal principio se refiere tanto a la propiedad del patrón cuanto a la del obrero. En consecuencia, el mismo principio de la lucha contra el comunismo debe llevar al patrón a respetar el derecho del trabajador a un salario justo, adecuado a sus necesidades y a las de su familia. Conviene recordarlo para acentuar que la Contra-Revolución no es sólo la defensora de la propiedad patronal, sino de la de ambas clases. Ella no lucha por intereses de grupos o categorías sociales, sino por principios.

B. Lucha contra el comunismo
Nos referimos con este subtítulo a las organizaciones que no se dedican principalmente a la construcción de un orden social bueno, sino tan sólo al combate contra el comunismo. Por los motivos ya expuestos en este trabajo, reputamos legítimo y muchas veces hasta indispensable tal tipo de organización. Claro está que de esta forma no identificamos a la Contra-Revolución con abusos que organismos de esta clase puedan haber practicado en uno u otro país.

Sin embargo, consideramos que la eficacia contra-revolucionaria de tales organismos puede ser aumentada en mucho si, aunque conservándose en su terreno especializado, sus miembros tuvieren siempre en vista algunas verdades esenciales:

* Sólo una refutación inteligente del comunismo es eficaz. La mera repetición de slogans, aun cuando sean inteligentes y hábiles, no basta.

* Esa refutación, en los medios cultos, debe tener en vista los últimos fundamentos doctrinarios del comunismo. Es importante señalar su carácter esencial de secta filosófica, que deduce de sus principios una peculiar concepción del hombre, de la sociedad, del Estado, de la Historia, de la cultura, etc. Exactamente como la Iglesia deduce de la Revelación y de la Ley Moral todos los principios de la civilización y de la cultura católicas. Entre el comunismo, secta que contiene en sí la plenitud de la Revolución, y la Iglesia, no hay, pues, conciliación posible.

* Las multitudes ignoran el llamado comunismo científico, y no es la doctrina de Marx lo que atrae a las masas. Una acción ideológica anticomunista debe tener en vista junto al gran público un estado de espíritu muy difundido, que produce a menudo en los propios adversarios del comunismo cierta vergüenza de volverse contra éste. Procede tal estado de espíritu de la idea, más o menos consciente, de que toda desigualdad es una injusticia, y de que se debe acabar, no sólo con las fortunas grandes, sino también con las medianas, pues si no hubiese ricos tampoco habría pobres. Es, como se ve, un residuo de ciertas escuelas socialistas del siglo XIX, perfumado por un sentimentalismo romántico. De ahí nace una mentalidad que, profesándose anticomunista, sin embargo, frecuentemente, se titula a sí misma de socialista.

Esta mentalidad, cada vez más poderosa en Occidente, constituye un peligro mucho mayor que el adoctrinamiento propiamente marxista. Ella nos conduce lentamente por un declive de concesiones, que podrán llegar hasta el punto extremo de transformar en repúblicas comunistas a las naciones de este lado de la Cortina de Hierro.

Tales concesiones, que dejan ver una tendencia al igualitarismo económico y al dirigismo, se van notando en todos los campos. La iniciativa privada va siendo cada vez más cercenada. Los impuestos de transmisión causa mortis son tan onerosos que en ciertos casos el Fisco es el mayor heredero. Las interferencias oficiales en materia de cambio, exportación e importación colocan bajo la dependencia del Estado todos los intereses industriales, comerciales y bancarios. En los salarios, en los alquileres, en los precios, en todo interviene el Estado. Éste tiene industrias, bancos, universidades, periódicos, radioemisoras, canales de televisión, etc. Y, al mismo tiempo que el dirigismo igualitario va transformando así la economía, la inmoralidad y el liberalismo van disolviendo la familia y preparando el llamado amor libre.

Sin un combate específico a esta mentalidad, aunque un cataclismo tragara a Rusia y a China, dentro de cincuenta o cien años Occidente sería comunista.

* El derecho de propiedad es tan sagrado que, aunque un régimen diese a la Iglesia toda la libertad y hasta todo el apoyo, Ella no podría aceptar como lícita una organización social en que todos los bienes fuesen colectivos.

2. CRISTIANDAD Y REPÚBLICA UNIVERSAL

La Contra-Revolución, enemiga de la República Universal, tampoco es favorable a la situación inestable y anorgánica creada por la escisión de la Cristiandad y por la secularización de la vida internacional en los Tiempos Modernos.

La plena soberanía de cada nación no se opone a que los pueblos que viven bajo el influjo de la Iglesia, formando una vasta familia espiritual, constituyan, para resolver sus cuestiones en el plano internacional, órganos profundamente impregnados de espíritu cristiano y quizá presididos por representantes de la Santa Sede. Tales órganos podrían también favorecer la cooperación de los pueblos católicos para el bien común en todos sus aspectos, en especial en lo que se refiere a la defensa de la Iglesia contra los infieles y a la protección de la libertad de los misioneros en tierras gentílicas o dominadas por el comunismo. Tales órganos podrían, por fin, entrar en contacto con pueblos no católicos para la manutención del buen orden en las relaciones internacionales.

Sin negar los importantes servicios que en diversas ocasiones puedan haber prestado en este sentido organismos laicos, la Contra-Revolución debe hacer ver siempre la terrible laguna que significa el carácter laico de éstos, así como alertar a los espíritus contra el riesgo de que esos organismos se transformen en un germen de República Universal [5].

3. CONTRA-REVOLUCIÓN Y NACIONALISMO

En este orden de ideas, la Contra-Revolución deberá favorecer el mantenimiento de todas las sanas características locales, en cualquier terreno, en la cultura, en las costumbres, etc.
Pero su nacionalismo no tiene el carácter de menosprecio sistemático de lo que es de otros, ni de adoración de los valores patrios como si fuesen desligados del gran acervo de la civilización cristiana.

La grandeza que la Contra-Revolución desea para todos los países sólo es y sólo puede ser una: la grandeza cristiana, que implica la preservación de los valores peculiares de cada uno y la convivencia fraterna entre todos.

4. LA CONTRA-REVOLUCIÓN Y EL MILITARISMO

El contra-revolucionario debe lamentar la paz armada, odiar la guerra injusta y deplorar la carrera armamentista de nuestros días.

Como, sin embargo, no tiene la ilusión de que la paz reinará siempre, considera una necesidad de este mundo de exilio la existencia de la clase militar, para la cual pide toda la simpatía, todo el reconocimiento, toda la admiración de que se hacen merecedores quienes tienen la misión de luchar y morir para el bien de todos [6].

[1] Cfr. especialmente Parte I, Cap. VII, § 2.

[2] Cfr. Parte II, Cap. XII, § 7.

[3] Cfr. LEÓN XIII, Encíclica Graves de Communi, del 18-I-1901. Bonne Presse, París, vol. VI, p. 212.

[4] Cfr. Mt 5, 13.

[5] Cfr. Parte I, cap. VII, 3, A, k.

[6] Cfr. Parte I, cap. XII.

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